Hoy Enrique nos habla de los efectos que tiene la estancia en un centro penitenciario sobre los delincuentes y como esto juega en contra de la prevención terciaria, haciendo muy difícil la reinserción de esta persona en contraposición con otras medidas dentro del ámbito penitenciario alejadas de la institución total. Podéis leer más a continuación ↓

Los efectos de la institución total en la reinserción del delincuente

Por Enrique Boada
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El encarcelamiento ha sido una de las reacciones históricas más habituales (con permiso de las penas de muerte) para contrarrestar aquellas conductas que rompían las normas establecidas en un tiempo y lugar concretos. Este espacio utilizado como una consecuencia frente la ruptura de la legalidad ha ido evolucionando en sus nombres (calabozo, prisión, cárcel, centro de trabajo, centros penitenciarios…), en sus funciones y objetivos (atemorizar, hacer justicia, torturar, almacenar, reeducar…), así como en sus métodos (encadenar, golpear, ejecutar, realizar tratamiento de distinta índole…).
Actualmente, podemos observar cómo una parte importante de la sociedad relativiza la estancia en prisión, pensando que aquellos recluidos en este lugar por cometer un delito incluso viven mejor que aquellos que estamos en libertad. La idea de qué es un centro penitenciario, sus condiciones, sus funciones y objetivos llega a estar un tanto desviada de lo que es en realidad. A su vez, la misma sociedad demanda penas de prisión cada vez más extensas y la inclusión en el código penal de cada vez más conductas, pensando en que así se reducirán las tasas de delincuencia y se podrá prevenir mejor la reincidencia a través de la amenaza legal o reclusión inocuizante en los centros penitenciarios.
Centros Penitenciarios de Catalunya
CEJFE, 2015

A pesar de que la reincidencia o no de una persona depende de diversas variables y no puede explicarse una bajada o subida de la tasa de la misma por un único factor, podemos hablar de que la variable de estancia en un centro penitenciario puede tener su relevancia en este cóctel de factores, pudiendo ver esto a través de los datos de los centros penitenciarios en Catalunya del año 2014 (área de investigación y formación social y criminológica, CEJFE, 2015):

  • La tasa de reincidencia específica aumenta en delincuentes que han ingresado más veces en prisión (tasa del 37.3% para un solo ingreso anterior, frente al 44.7% de entre dos y cinco ingresos y el 71.3% de aquellos con cinco o más ingresos). A su vez, aquellos que han recibido permisos ordinarios presentan una tasa menor (20.5%) que aquellos que no han gozado de permisos (38.6%). Por último, aquellos que han salido en libertad definitiva formando parte de un grado penitenciario más restrictivo tiene una tasa de reincidencia más alta (44% para el primer grado y 34.3% para aquellos en segundo grado) que aquellos que formaban parte del tercer grado penitenciario (18.1%) o aquellos que han salido en libertad condicional (11,6%).
A pesar de que todos estos datos pueden tener diversas influencias y factores, lo cierto es que apoyan aquello que queremos destacar y que se ha afirmado en diversas investigaciones durante el siglo pasado y el presente en materia penitenciaria: la estancia en prisión tiene efectos sobre las personas recluidas que afectan a su ser (física y psicológicamente) dificultando su reinserción y, por tanto, a la prevención de la delincuencia. Los vínculos sociales de una persona se debilitan cuanto más tiempo pasa en prisión, siendo estos las relaciones interpersonales, familiares, laborales y económicas. Este deterioro producido por su estancia en un centro penitenciario aumenta la probabilidad de cometer nuevos actos delictivos en su salida, junto con otras variables a tener en cuenta como el rechazo social y la estigmatización, así como la adopción de valores de la subcultura antisocial por el contacto con otros presos. Algunos de los efectos a nivel psicológico y físico que se suelen presentar según avanza su estancia en un centro penitenciario son: pérdida progresiva de ciertos sentidos (agudeza visual, olfato…), odio, rencor, incertidumbre, desesperación, deseos suicidas, tristeza, desconfianza, introversión, desamparo, miedo al futuro y a la reacción social, entre otros muchos. Todo esto genera un contexto poco propicio y un empeoramiento de la situación del preso que en nada favorece en su reeducación y tampoco nos sirve  como sociedad en materia de prevención de la delincuencia.
Datos de tasa de reincidencia específica respecto
a la tasa general (línea discontinua, 30.2%).
Centros penitenciarios en Catalunya, CEJFE, 2015.
Goffman (1961) nos define a la institución total como un lugar de residencia y/o trabajo, donde un gran número de individuos en igual condición, aislados de la sociedad por un periodo apreciable de tiempo, comparten en su encierro una rutina diaria, administrada formalmente. Los centros penitenciarios son el ejemplo claro de este concepto, pero no el único. Estas instituciones definen toda la vida de la persona integrante: los sujetos están en un mismo lugar absorbente (totalizador, formado por obstáculos y barreras como muros, paredes, barrotes que limitan o evitan la interacción social y tienen efectos mentales en los reclusos), bajo una autoridad, compartiendo la rutina con un gran número de personas en las mismas condiciones, siendo sus actividades totalmente programadas y secuenciadas, además de  regidas por normas formales administradas por la institución. Esto provoca una monotonía y una infantilización de estas personas, cambios en la expresión de emociones, alteraciones de la percepción o del pensamiento, déficits motivacionales y cognitivos, según la propia Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (Ministerio del interior, 2017). 
 
Con todos estos datos
¿qué alternativas podemos ofrecer frente a la prisionización?
Como vemos en el segundo gráfico, queda bastante claro que aquellos que han gozado de permisos ordinarios de salida, así como aquellos en un grado penitenciario mayor o que hayan podido salir en libertad condicional, tienen una reincidencia menor que el resto de población penitenciaria. Respecto al tercer grado penitenciario, podemos hablar del régimen abierto como aquel que dota al penado de un régimen de semilibertad, con el objetivo de potenciar su inserción social de forma positiva, dándole soporte y asesoramiento, incorporando a la persona progresivamente a la sociedad otorgándoles herramientas a los internos para volver a desarrollarse fuera del centro penitenciario. Trabajar la autonomía, su capacidad de autogestión, facilitar recursos sociales normalizados en la comunidad, así como consolidar los aprendizajes alcanzados en un medio como la prisión pero en un entorno abierto y natural, son los objetivos de esta forma de cumplir condena. Una de las manifestaciones de este régimen abierto, son las llamadas Unidades dependientes (artículo 165 del reglamento penitenciario).

Estas unidades están arquitectónicamente fuera del recinto del centro penitenciario, habitualmente en viviendas ordinarias en un entorno comunitario normalizado, sin que este inmueble se diferencie del resto del entorno de ninguna forma por su dedicación (recordemos el concepto a evitar, la estigmatización). En estas viviendas, a partir de programas individualizados, se desarrollan itinerarios referentes a la formación, la vida laboral y el tratamiento para la reinserción social del penado. El objetivo es, evitando los efectos de estar en prisión, integrar a estas personas en la sociedad para cuando hayan cumplido la totalidad de su condena y están en libertad. Esto se realiza generalmente mediante tareas de seguimiento laboral y de acompañamiento en caso de pérdida de trabajo, además de medidas educativas y de tratamiento específicas, realizadas por los técnicos de la unidad. A pesar de que dependen administrativamente de los centros penitenciarios, son gestionadas por asociaciones y organismos no penitenciarios que implementan unas normas de funcionamiento mínimas para dentro de la unidad que las personas en este régimen deben aceptar. Todas estas características generan un contexto mucho más positivo para que esta persona pueda desarrollarse con normalidad, no vuelva a delinquir,  reduciendo ampliamente el riesgo de reincidencia delictiva, los efectos perjudiciales que tiene la prisión sobre las personas y conseguir, en definitiva, lo que toda sociedad demanda: que no hayan más víctimas a través de un sistema cada vez más científico, garantista, eficiente y efectivo.En conclusión, podemos lograr tanto reducir las tasas de criminalidad como garantizar una mejor convivencia de forma más pacífica y civilizada con formas más humanitarias de castigo que el simple encarcelamiento o el incremento de las penas en su duración y dureza, ya que han demostrado estas medidas no producir los efectos que se pensaba en materia de prevención del delito, tanto en España como internacionalmente. Apostando por una vertiente de prevención especial, los criminólogos como profesionales técnicos del sector o como académicos en materia penitenciaria, debemos ser parte de esta evolución participando de los equipos de intervención o mejorando el conocimiento científico desde los distintos organismos y universidades, para fundamentar toda medida y evitar un populismo punitivo muy presente aún hoy en día.
La progresividad desde el interior de los centros penitenciarios hacia regímenes 
cada vez más abiertos es una de las claves en materia de 
reinserción social, por tanto, una forma de reducir las tasas de reincidencia delictiva y 
trabajar para una prevención efectiva. 

 

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Bibliografía

Área de Investigación y Formación Social y Criminológica. (2015). Tasa de reincidencia penitenciaria 2014 (informe ejecutivo). Centre d’Estudis Jurídics i Formació Especialitzada. Generalitat de Catalunya.

Goffman, E. (1961). Asylums. Essays on the Social Situation of Mental Patients and Other Inmates. Bantam Doubleday Dell Publishing Group. New York.

Secretaría General de Instituciones Penitenciarias (2017). La estancia en prisión: Consecuencias y Reincidencia. Documentos Penitenciarios 16. Ministerio del Interior, Gobierno de España.

 

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